
La necesidad de conocer nuestra fe para poder defenderla.
JÓVENES
La fe no es solo un regalo, es también una responsabilidad y si queremos defenderla con valentía, primero debemos conocerla con amor.
Lic. Victor Manuel Serna Ramírez.
Cuando hablamos de “necesidad” no nos referimos a un lujo o a algo opcional, sino a lo que es indispensable, una cosa que no puede faltar, una condición sin la cual no podemos conseguir aquello que nos proponemos por más que lo queramos; de manera que hemos de poner los medios que nos llevan a ello. Así, por ejemplo, es necesario para el médico estudiar el cuerpo humano, para el ingeniero aprender matemáticas, y para el católico conocer su fe, ya que la fe no es una decoración, es verdaderamente el fundamento de nuestra vida sobrenatural y de nuestra salvación. Esa fe que nos fue concedida en el momento de nuestro bautismo y que Nuestro Señor se dignó infundir en nuestra alma, fe que ilumina nuestra mente y nos acerca a Dios.

1. No podemos amar sin antes conocer
La fe es necesaria entonces para el católico por ser el fundamento de su vida sobrenatural, por eso San Agustín decía: «Nadie ama lo que no conoce» (De Trinitate, X, 1). Es decir, como nos lo señala el primer mandamiento, debemos amar a Dios con todo el corazón. Pero ¿cómo amarle si no le conocemos? Conocer a Dios es abrir la inteligencia a la luz de la fe, y de ahí brota el amor. Sin conocimiento, el amor se queda en sentimiento pasajero. Nadie se enamora de alguna persona que no ha conocido o visto, así también, para amar a Dios, primero debemos conocerle a través de su Palabra y de la enseñanza de la Iglesia, es decir, las Escrituras y la Tradición. Aunque no debemos olvidar aquello del apóstol Santiago en su Epístola, capítulo 2, versículo 26, “Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
Nuestra fe deberá estar acompañada de la caridad.
2. La ignorancia religiosa
Debido a lo anterior, uno de nuestros principales obstáculos para cumplir con este deber o necesidad de la fe es la ignorancia, debemos recordar las palabras de San Jerónimo, gran traductor de la Biblia, que afirmaba lo siguiente: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (Prólogo al comentario de Isaías).
Y el Papa San Pío X enseñaba en su catecismo: «La ignorancia religiosa es la causa principal de la pérdida de las almas».
Es decir, no saber lo que creemos nos orilla a la perdición, y principalmente porque nos deja indefensos ante los errores, de aquí que el deber no solo se encierra en conocerla, sino que más allá de eso, debemos tenerla presente además para poder defenderla; la misma fe nos exige este saber, pero debido a la situación actual se agrega la necesidad de defenderla para guardar aquel depósito sagrado de las verdades divinas; hoy se niega a Dios, se relativiza la moral, se confunde la verdad con la opinión. ¿Qué responderemos si no conocemos nuestra fe? ¿Cómo le diremos a nuestros hijos que todas aquellas doctrinas contrarias a la fe católica son falsas, y que el seguirlas les acarreará la ruina en esta vida y en la venidera?
3. La fe como obligación
Por eso según estamos diciendo, es preciso notar que hay una verdadera necesidad de conocer nuestra fe, un deber, una obligación; un ejemplo sencillo, la fe es como una fortaleza que protege nuestra alma; en ella hay muros, torres y puertas, si queremos defenderla de los ataques, necesitamos saber cómo está construida; un soldado ignorante de su propio castillo no puede defenderlo, y por ello aquel que no conoce el terreno en el cual está peleando, tiende a la derrota sin más reparo, y esto debido a la falta de diligencia, por no vencer la ignorancia en la que se encontraba, y es que así lo vemos cada día, como a aquella persona que busca cuidar de su casa, dispone de los medios como cerraduras y alarmas para tenerla a resguardo, si esta persona no cuidara de los puntos de acceso a su casa, fácilmente cualquier ladrón pudiera entrar y saquear su hogar; así también el cristiano debe conocer su fe para custodiarla y dar razón de su esperanza, de otro modo sus enemigos el demonio, el mundo y su propia carne, tramarán tal conspiración contra él, que dejarán aquella casa de su vida espiritual totalmente vacía y destrozada.
Para dar la mayor fuerza al planteamiento que acabamos de desarrollar, recordemos la enseñanza de la Iglesia:
San Pablo exhorta: «Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros» (2 Tim 1,14).
Y León XIII en su encíclica Sapientiae Christianae
enseñaba:
«No basta profesar la fe con los labios; es necesario también defenderla con
firmeza, cuando es atacada».
Defender la fe no es solo cosa de sacerdotes o teólogos, es deber de todo bautizado, todo creyente que busque llamarse católico a carta cabal y fiel seguidor de Nuestro Señor Jesucristo y su Santa Madre.
4. Ejemplos de fe
No es acaso que todos los mártires del mundo y de nuestra Patria, debido a ese entrañable conocimiento y amor a la doctrina revelada, estuvieron dispuestos a sacrificar su vida por defender aquellas verdades divinas que fortificaban toda su alma y su ser, ¿qué haremos nosotros entonces? Si ellos pudieron nosotros igual, pues la fuente de su valía no era ellos mismos, sino Dios que nos mira desde el cielo; bien se dice que Dios es como el Sol, brilla para todos y cada uno con la misma intensidad para prestar su calor; queda en nosotros si queremos recibir aquellos rayos de divina sabiduría o más bien preferimos permanecer en la sombra y oscuridad de la ignorancia y el pecado.
Conclusión
Conocer la fe es necesario para defenderla porque:
- Es indispensable para el católico su fe.
- La fe implica conocer las verdades divinas.
- Por lo que el católico debe conocer las verdades divinas.
- Y al conocerlas podrá entonces defenderlas, cosa que si no hace perderá ese tesoro invaluable para su alma.
Así cumpliremos aquellos de San Pedro:
«Estad siempre prontos para dar razón de la esperanza que hay en vosotros»
(1 Pe 3,15)
La fe no es solo un regalo, es también una responsabilidad y si queremos defenderla con valentía, primero debemos conocerla con amor.
