La tentación verde del Vaticano Moderno: Cuando la Casa de Pedro sirve a los Consejos del Mundo
APOLOGÉTICA
La Iglesia existe para predicar a Cristo, salvar almas y santificar; si se disuelve en programas globales y jergas climáticas, pierde su brújula teológica y confunde el camino de los sencillos.
P. Fernando Albíter
Desde el principio de la historia sagrada, el hombre ha tropezado con la misma piedra: amar la creación y olvidar al Creador. En el jardín del Edén no se declaró guerra a Dios; se aceptó su don y se negó su soberanía. La serpiente no habló de odio, sino de autonomía: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). Así nació la idolatría: no del rechazo de lo divino, sino de su sustitución por algo visible.
Hoy, esa antigua tentación regresa con nombres nuevos y credenciales científicas. No se adora a Júpiter ni a Isis, sino a "la Madre Tierra", "la Casa Común", "el Equilibrio del Planeta". Las procesiones se hacen con pancartas, y los oráculos se publican en informes climáticos. Y lo más grave: la Iglesia, llamada a salvar almas, parece ahora dispuesta a salvar ecosistemas.
Cuando la Casa de Pedro mira más al termómetro que al Tabernáculo, se cumple aquella advertencia de San Pablo: "Cambian la verdad de Dios por la mentira, y adoran a la criatura en lugar del Creador" (Rm 1,25). Es hora de hablar con claridad, porque el error, disfrazado de virtud, ya ha subido los peldaños del Vaticano.
La nueva religión de la tierra
"No es lícito alterar el culto divino, introduciendo en él ritos de origen profano." — SAN PÍO X, Tra le sollecitudini, 1903
El punto de inflexión fue visible en el Sínodo de la Amazonía (2019). En los jardines vaticanos, bajo la mirada de quien se hace llamar Sucesor de Pedro, se colocaron imágenes de madera representando a la Pachamama, divinidad pagana andina. Hubo cantos, reverencias, postraciones y ofrendas. Las figuras fueron luego llevadas en procesión hasta el interior de la Basílica de San Pedro, colocadas ante el altar, y bendecidas públicamente.
Aquel acto —por más que se lo disfrace de "gesto simbólico"— fue un escándalo objetivo y un signo de apostasía litúrgica. No se trató de respeto cultural, sino de confusión religiosa: se introdujo en el culto cristiano un objeto de adoración extranjera a la fe. Lo que los Padres habrían derribado con fuego, se presentó como fruto del diálogo.
Los santos misioneros, en otros tiempos, no habrían pedido permiso a los ídolos: los habrían destruido. San Bonifacio cortó el roble de Thor; San Patricio hizo arder los fetiches druidas; San Francisco Javier arrojó los talismanes al mar. Ellos no adaptaron el Evangelio al mundo, sino el mundo al Evangelio. Esa era la verdadera inculturación: purificar las culturas por la gracia, no mezclarlas con el error.
Lo que hoy se llama "inculturación" es una paganización vestida de tolerancia. Y la tolerancia, cuando se convierte en dogma, deja de ser virtud y se vuelve apostasía. San León Magno lo dijo con precisión que atraviesa los siglos: "El error de los gentiles fue venerar las criaturas y despreciar a su Autor."
Nada hay más opuesto al espíritu de los santos que ver, en nombre de la apertura, ídolos reposando en el corazón de Roma. Entre el becerro de oro y la estatua de barro no hay diferencia: sólo cambia el material, no la ofensa. Cuando un ídolo entra al templo, el Espíritu Santo sale por la puerta contraria.

La naturaleza que "clama": el sentimentalismo de Laudato Si'
"Dios creó todas las cosas para el servicio del hombre, no para que el hombre las sirviese." — LEÓN XIII, Rerum novarum, n. 7
La encíclica Laudato Si' (2015) inauguró oficialmente la nueva espiritualidad ecológica. Desde su primera página, se presenta a la tierra como "hermana y madre" que "clama por el daño que le provocamos". La metáfora poética del Cántico de las criaturas de San Francisco se transforma, sin advertencia, en categoría teológica.
Pero San Francisco no adoraba a la tierra: adoraba al Dios que la hizo. Llamar "hermana" a la creación era para él modo de humildad, no de equiparación. El texto moderno, en cambio, atribuye voz moral al planeta, como si tuviera conciencia o mérito propio.
El peligro está en el desplazamiento del centro: ya no se habla del pecado del hombre, sino del "pecado contra la naturaleza". Y así, el drama de la redención se sustituye por la narrativa de la contaminación. San Basilio lo enseñó con claridad solar: "La naturaleza no es sujeto de culto, sino instrumento de providencia."
La tierra no gime con voz propia, sino "esperando la manifestación de los hijos de Dios" (Rm 8,22). Quien clama no es la creación, sino el hombre perdido que no sabe ya a quién adorar.

Laudate Deum y la nueva ortodoxia climática
"El depósito de la fe no es lo que los hombres descubren, sino lo que Dios revela." — SAN PÍO X, Pascendi dominici gregis, 1907
En 2023, la exhortación Laudate Deum dio un paso más. Allí se reprende a quienes dentro de la Iglesia osan cuestionar la crisis climática, y se propone una "conversión ecológica" como deber moral universal. Las tablas de la ley se reemplazan por gráficas de emisiones.
Pero la fe no depende del consenso científico. La verdad revelada no necesita aval empírico, porque no procede de la observación, sino del Verbo. Santo Tomás distingue sabiamente: "La ciencia versa sobre causas segundas; la fe, sobre la causa primera." Cuando el Magisterio habla como los expertos, deja de hablar como madre. Su autoridad no está en los datos, sino en el Espíritu Santo.
El modernismo de ayer decía que la fe debía adaptarse a la filosofía moderna; el de hoy dice que debe adaptarse a la ecología contemporánea. En ambos casos, el resultado es el mismo: un Evangelio neutralizado.
De la "Economía de Francisco" a la "Política de Pedro"
"Cuando se aparta a Cristo de la legislación, de la educación y de la vida pública, se destruye el fundamento mismo de la sociedad." — PÍO XI, Quas primas, 1925
A partir de 2020, el Vaticano ha impulsado dos programas globales: el Pacto Educativo Global y la Economía de Francisco. Ambos colaboran abiertamente con organismos seculares —ONU, UNESCO, Foro Económico Mundial— para "reimaginar la humanidad" y "repensar la economía". Son palabras resonantes, pero sin cruz.
No se habla de pecado, sino de sostenibilidad; no de gracia, sino de equidad. Y cuando la Iglesia olvida que su misión no es equilibrar presupuestos, sino redimir corazones, el altar se convierte en foro de debate.
San Pío X lo vio venir: el modernismo "disuelve el dogma en la conciencia colectiva". Una "fraternidad universal" sin Cristo no es caridad, sino filantropía; y una economía sin redención es contabilidad de miserias.

El orden perdido: el hombre entre Dios y la creación
"La obra divina brilla con orden admirable; todo está dispuesto según medida, número y peso." — PÍO XII, Humani generis, 1950
La teología católica enseña un orden: Dios por encima de todo, el hombre como su imagen, y la creación al servicio de ambos. Cuando ese orden se invierte, el cosmos se desordena. El hombre deja de ser mayordomo y se convierte en esclavo de la naturaleza. Y la naturaleza, por su parte, se alza como ídolo de barro coronado de estadísticas.
El ecologismo actual destruye esa jerarquía al poner al hombre al nivel del animal y a Dios en el silencio. Pío IX lo llamó naturalismo; León XIII, ateísmo práctico. Ambos sabían que, cuando el hombre deja de mirar al cielo, termina adorando la tierra.
VI. El remedio: volver al principio
"Si queremos restaurar el orden en el mundo, debemos comenzar por restaurarlo en nuestras almas." — SAN PÍO X, E supremi apostolatus, 1903
La solución no está en un "nuevo paradigma verde", sino en el Evangelio. El hombre debe cuidar la creación, sí, pero cuidando antes su alma. El pecado desordena más que el plástico. La templanza y la caridad restauran mejor que los pactos internacionales.
El Catecismo enseña: "La creación tiene su bondad y perfección, pero está ordenada al hombre y, a través de él, a la gloria de Dios." Quien vive en gracia ya cuida de la creación, porque no abusa de lo que ama. La verdadera conversión ecológica es la del corazón: del egoísmo a la obediencia, de la autosuficiencia a la adoración.
No hacen falta sínodos climáticos, sino confesores santos. No necesitamos un Papa climatólogo, sino un Pastor según el Corazón de Cristo.
El drama de nuestro tiempo no es el deshielo de los polos, sino el enfriamiento de la fe. El humo del incienso se ha cambiado por el vapor de las agendas. La Iglesia no fue enviada a calcular emisiones, sino a anunciar la redención.
Cristo no vino a salvar al planeta, sino a los hombres. Y cuando el hombre vuelve a Dios, toda la creación se ordena tras él.
"Instaurare omnia in Christo." — SAN PÍO X, lema pontificio
Fuentes:
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PÍO IX, Epistola Encycl. Quanta cura, 8 Dec. 1864, Acta Sanctae Sedis 3 (1867), p. 162.
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LEÓN XIII, Epistola Encycl. Rerum novarum, 15 Mai. 1891, Acta Sanctae Sedis 23 (1890-1891), pp. 641-670.
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SAN PÍO X, Motu proprio Tra le sollecitudini, 22 Nov. 1903, Acta Sanctae Sedis 36 (1903-1904), pp. 329-339.
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SAN PÍO X, Epistola Encycl. E supremi apostolatus, 4 Oct. 1903, Acta Sanctae Sedis 36 (1903-1904), pp. 129-139.
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SAN PÍO X, Epistola Encycl. Pascendi dominici gregis, 8 Sept. 1907, Acta Sanctae Sedis 40 (1907), pp. 593-650.
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PÍO XI, Epistola Encycl. Quas primas, 11 Dec. 1925, Acta Apostolicae Sedis 17 (1925), pp. 593-610.
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PÍO XII, Epistola Encycl. Humani generis, 12 Aug. 1950, Acta Apostolicae Sedis 42 (1950), pp. 561-578.
BASILIUS MAGNUS, Homiliae in Hexaemeron, PG 29, 5-208.
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LEO MAGNUS, Sermo XXVII De Nativitate Domini, PL 54, 217-220.
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FRANCISCUS, Epistola Encycl. Laudato Si', 24 Mai. 2015, Acta Apostolicae Sedis 107 (2015), 711-770.
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FRANCISCUS, Adhortatio Apostolica Laudate Deum, 4 Oct. 2023, Acta Apostolicae Sedis 115 (2023), 891-930.
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Dicasterium pro Servitio ad Progressum Humanum Integralem, Mesa Interdicasterial de Oecologia Integrali, Civitate Vaticana 2015.

